Castaneda afirmó que el papel relevante que nos concedemos a nosotros mismos en cada una de las cosas que hacemos, decimos o pensamos, constituye una especie de "disonancia cognitiva" que nubla nuestros sentidos y nos impide ver las cosas clara y objetivamente.
"Somos como pájaros atrofiados. Nacimos con todo lo necesario para volar y, sin embargo, estamos permanentemente obligados a dar vueltas en torno a nuestro yo. El grillete que nos doblega es la importancia personal.
"El camino para convertir a un ser humano común y corriente en un guerrero es muy árduo. Siempre se interpone nuestra sensación de estar en el centro de todo, de ser necesarios y tener la última palabra. Nos creemos importantes. Y cuando uno es importante, cualquier intento de cambio se torna un proceso lento, complicado y doloroso".
"Ese sentimiento nos aísla. Si no fuera por él, todo fluiríamos en el mar de la conciencia y sabríamos que nuestro yo no existe para sí, su destino es alimentar al Aguila".
"La importancia crece en el niño en la medida que éste perfecciona su comprensión social. Nos han enseñado a construír un mundo de concordancias al cual referirnos, para que podamos comunicarnos entre nosotros. Pero ese don incluyó una embarazosa secuela: nuestra idea del 'yo'. El yo es una construcción mental, vino de fuera y es tiempo de que nos deshagamos de él".
Afirmó Carlos que las fallas en que incurrimos al comunicarnos, son una prueba de que la concordancia que hemos recibido es absolutamente artificial.
"Después de experimentar durante milenios con situaciones que alteran nuestros modos de percibir el mundo, los Guerreros toltecas del antiguo México descubrieron un hecho portentoso: que no estamos obligados a vivir en una sola realidad, porque el universo está construido con principios muy plásticos que pueden acomodarse en formas casi infinitas, produciendo innumerables gamas de percepción".
"A partir de esta verificación, dedujeron que lo que los seres humanos recibimos de fuera fue la capacidad de fijar nuestra atención en una de esas gamas para explorarla y reconocerla, amoldándonos a ella y aprendiendo a sentirla como si fuese única. Así surgió la idea de que vivimos en un mundo exclusivo y, en consecuencia, se generó el sentimiento de ser un 'yo' individual".
"No hay dudas de que la descripción que nos han dado es una posesión valiosa, semejante a la estaca a la que se ata un arbolito tierno para fortalecerlo y conducirlo. Nos ha permitido crecer como personas normales en una sociedad amoldada a esa fijeza. Para ello tuvimos que aprender a 'desnatar', es decir, a hacer lecturas selectivas del enorme volumen de datos que llega a nuestros sentidos. Pero, una vez que esas lecturas se convierten en 'la realidad', la fijeza de la atención funciona como un ancla, pues nos impide tomar conciencia de nuestras increíbles posibilidades.
"Don Juan sostenía que el ímite de la percepción humana es la timidez. Para poder manejar el mundo que nos rodea, hemos tenido que renunciar a nuestro patrimonio perceptivo, que es la posibilidad de atestiguarlo todo. De ese modo, sacrificamos el vuelo de la conciencia por la seguridad de lo conocido. Podemos vivir vidas fuertes, audaces, sanas, podemos ser unos guerreros impecables, ¡pero no nos atrevemos!".
"Nuestra herencia es una casa estable donde vivir, pero nosotros la hemos convertido en una fortaleza para la defensa del yo, o mejor dicho, en una cárcel donde condenamos a nuestra energía a debilitarse en cadena perpetua. Nuestros mejores años, sentimientos y fuerzas se nos van en reparar y apuntalar la casa, porque hemos llegado a identificarnos con ella".
"Para cuando el niño se vuelve un ser social, ha adquirido una falsa convicción de su propia importancia, y lo que en un principio era un sentimiento sano de autopreservación, termina transformándose en un reclamo ególatra de atención".
"Por causa de nuestra importancia, estamos repletos hasta los bordes de rencores, envidias y frustraciones, nos dejamos guiar por los sentimientos de complacencia y huimos de la tarea de conocernos a nosotros mismos con pretextos como 'me da flojera' o '¡que cansado!'. Detrás de todo eso hay un desasosiego que intentamos acallar con un diálogo interno cada vez más denso y menos natural".
"Un modo de definir la importancia personal, es entendiéndola como la proyección de nuestras debilidades a través de la interacción social. Es como los gritos y actitudes prepotentes que adoptan algunos animales pequeños para disimular el hecho de que, en realidad, no tienen defensas. Somos importantes porque tenemos miedo, y mientras más miedo, más ego."
"Sin embargo, y afortunadamente para los guerreros, la importancia personal tiene un punto débil, y es que depende del reconocimiento para subsistir. Es como el buitre, que necesita de una corriente de aire para subir y mantenerse en lo alto; de otro modo cae en picado y se rompe. Si no le damos importancia a la importancia, ésta se acaba."
"Al no tenernos lástima, podemos enfrentar con elegancia el impacto de nuestra extinción personal. La muerte es la fuerza que da al guerrero valor y moderación. Sólo mirando a través de sus ojos nos volvemos conscientes de que no somos importantes. Entonces ella viene a morar a nuestro lado y comienza a transmitirnos sus secretos."
"El contacto con su intrascendencia deja una marca indeleble en el carácter del aprendiz. Este comprende de una vez que toda la energía del universo está concectada. No hay un mundo de objetos que se relacionan entre sí a través de leyes físicas. Lo que existe es un panorama de emanaciones luminosas inextricablemente ligadas, en el cual podemos hacer interpretaciones en la medida que nos lo permita el poder de nuestra atención. Todas nuestras acciones cuentan, porque desencadenan aludes en el infinito. Por eso ninguna vale más que la otra, ninguna es más importante que la otra."
"La no-compasión es sorpresiva. Se intenta poco a poco, durante años de presión contínua, pero ocurre de golpe, como una vibración instantánea que rompe nuestro molde y nos permite mirar al mundo desde una serena sonrisa. Por primera vez en muchos años, nos sentimos libres del terrible peso de ser nosotros mismos y vemos la realidad que nos rodea. Una vez ahí ya no estamos solos; un increíble empujón nos aguarda, una ayuda que viene de las entrañas del Espíritu y nos transporta en un milisegundo a universos de sobriedad y cordura."
"Esa visión corta de tajo la propensión que tenemos a ser indulgentes con nosotros mismos. Al ser testigo del vínculo universal, el guerrero se hace presa de sentimientos encontrados. Por un lado, júbilo indescriptible y una reverencia suprema e impersonal hacia todo lo que existe. Por el otro, un sentido de lo inevitable y tristeza profunda, que nada tiene que ver con la autocompasión; una tristeza que viene del seno del infinito, una ráfaga de soledad que no se disipa nunca."
"Ese sentimiento depurado da al guerrero la sobriedad, la finura, el silencio que necesita para intentar allí donde todas las razones humanas fracasan. En tales condiciones, la importancia personal fenece por sí misma."
Conversaciones con Carlos Castaneda.
1 comentario:
GRACIAS Jonás!!!!! Me ha encantado este texto.
Todo mi amor
Paz
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