Páginas

jueves, 18 de noviembre de 2010

Tan dañados como estamos...


Si nos diéramos cuenta por un sólo instante un instante sólo lo dañados que estamos, si pudiéramos sentir lo vulnerables que somos al imaginar este mundo afuera nuestro, si fuéramos capaces de percibir lo inmensamente sensible que es esta naturaleza humana, si apenas un segundo sintiéramos lo dañados que estamos, lo poco que hemos crecido desde que somos hombres, si supiéramos lo inmadura que es esta  nuestra capacidad de comunicarnos quizá nos oiríamos balbucear peticiones de amor por doquier y a toda hora, si sintiéramos lo dañados que estamos y lo mermados que están nuestros recursos amorosos, si de pronto nos diera por amarnos a lo mejor comprenderíamos que no teníamos más remedio que amarnos y seguramente sentiríamos eso que no queríamos sentir, que estamos muy dañados y muy dolidos y muy susceptibles por la falta de amor que no nos atrevemos a sentir porque si no lo más probable es que tuviéramos que sentir todo el amor y correr correr y abrazar y abrazarnos y dejar todo lo que estamos haciendo y dejar de atender la herida y dejar de estar dañados y dolidos y quejumbrosos, pero es que entonces tendríamos que dejar todo el tiempo, vaya, sí, toda una eternidad de olvido para recordar un instante sólo. Ay que dañado que estoy...


Cuenta cabal del fondo ilimitado

Algo que nos cuesta aceptar a todos es que, la mayor parte del karma asociado a nuestra historia personal viene del efecto acumulativo de nuestra personalidad en la interacción con los demás.  El deshacimiento  de esa cadena de reacciones (perdón) se da al asumir no sólo la responsabilidad de nuestras experiencias, sino también al incluir la reacción del otro como parte de nuestra "identidad perceptual" . 


 Asumir como propias las reacciones del mundo (la suma de nuestras relaciones), comprender el efecto interactivo de nuestra configuración energética y psíquica, es la condición indispensable para utilizar el poder de transformación universal y aplicarlo sobre nuestra mente individual. La identidad personal es el centro perceptivo que está autogenerando a todo mi derredor múltiples sensaciones, emociones, pensamientos, prejuicios y proyecciones. La percepción es una mera reacción de "mi persona" a lo que creo que perciben mis amigos, los compañeros o la familia. Lo que entienden los demás de mi  no se ajusta nunca de un estable y exacto con la proyección de mi ego,  por lo que hago lo imposible  por protegerme constantemente de los demás, defendiéndome y luchando con toda mi fuerza por ser atractivo y amable para ellos. ¿Debo ir insaciablemente en pos de una imagen que nunca va a satisfacerme completamente, que nunca me va a hacer feliz?

Pero queremos ser amados a toda costa: a costa de nuestra verdadera identidad que no sufre ni se esfuerza por ser algo que no es. La que no se identifica con lo que pensamos que pensamos. Nos resistimos a aceptarnos con defectos e imperfecciones forzando al otro a amar a la proyección por la cual nos gustaría ser amados, y por eso nos odiamos, ¡porque nos nos aman a nosotros realmente! La belleza del amor mutuo, contrariamente a lo que pensamos, está más allá de cualquier atributo, de cualquier justificación para poder o tener que amar. Me puede gustar lo que haces, pero no puedo amarte por cómo eres.

Nos hemos dado cuenta innumerables veces que ajustarse constantemente a las expectativas de los otros conlleva un gasto enorme de energía que se sacrifica innecesariamente, con la que podríamos obtener la conciencia de ser testigos de la transformación y evolución de nuestra identidad de un modo pacífico y natural, al observar asombrados la transformación de nuestra percepción y la de nuestros semejantes conjuntamente. Ellos son y actúan tal como nosotros nos consideramos a nosotros mismos! Los demás se consideran a sí mismos tal como los percibimos. ¿No es maravillosa esta unicidad? Sin embargo, nos parece aberrante pensar que condicionamos el universo, pero nos parece de lo más normal que el mundo nos condicione!

Finalmente, toda lucha es una competición interna por cambiar y ajustar a los demás externamente, y que sean de "otra manera" para que nos acepten y nos quieran tal como nosotros aparentamos ser. A este tipo de personalidad reactiva quisiera llamarla estereotipo por estar siempre polarizada entre el deseo y la aversión. La personalidad que tiende hacia a la identificación con la mente en vez de con el cuerpo, tiende hacía una personalidad arquetípica, pues tiene ya rasgos de carácter impersonal: está representada de un modo simbólico, tiene cualidades universales.

 El binomio percepción - experiencia se unifica al dejar de hacer comparaciones y distinciones entre nosotros, al eliminar el vacío inconsciente que hemos fabricado entre tú y yo. ¿Cuántas veces lo habremos oído?! Sin embargo, seguimos insistiendo en que nuestro conocimiento no es interdependiente. La separación es la simple creencia de que lo que yo pienso de mi, no guarda ninguna relación con lo que percibo en ti. 

Todo lo que viene a mi campo perceptivo es parte indivisible de mi interacción con mi propia conciencia de ser, de la cual formas parte inalienable. Purificar mi percepción es purificar nuestra aura, liberar mi mente de sus ataduras racionales es dejar de luchar contigo por tener la razón, alinear mis sentimientos contigo es fundirme en la vibración única del Amor: Perdonar mis relaciones conmigo a través de ti. 



Pretérito futuro pluscuamperfecto

Lo que hicimos quizá estuvo totalmente equivocado,
 pero lo que estamos haciendo es completamente correcto.
(...Y después otra vez)