Mi percepción juzga lo valioso con un minucioso proceso de cirugía plástica. Desgrana, destripa, despedaza la visión total en porciones. Y después la intenta remendar en cómodas piezas que fuerza encajar, para recrear un objetivo sentimiento de lo que cree es real. ¿Por qué intento arrancar de la realidad un segmento?
Intento componer lo que he hecho añicos, como si de una de aquellas obras de arte conceptual, o mejor aún, esas composiciones artísticas -las llaman- que se construyen con deshechos, con basura y escombros, formando una imagen de un espantapájaros, o una motocicleta de latas desteñidas y gastadas por el tiempo. ¡Todo el mundo las admira, asombrado de la creatividad humana! Tu mente conceptual recoge un pedazo del Universo -un bit de información?, y lo considera lo suficiente significativo para reconocer la totalidad. Si los datos son erróneos, ¿por qué ibas a creer en la veracidad del resultado? Pero, ¿sabes? No hay ninguna perte de este Universo que sea real. O quizá pueda decir que, la única parte del Universo que es significativa, es el Universo entero. Porque, cuando conoces la totalidad de la Ilusión, Dios se revela sí mismo.
La Percepción es reciclaje. Volvemos a comernos lo vomitado por otros. Nos bebemos lo que ha sobrado de la destilación de nuestra mente. Por eso estamos intoxicados: Los pensamientos puros ascienden, ingrávidos, a Dios; mientras nosotros, nos quedamos con los estériles excrementos, jugando a moldear majestuosos castillos, a las orillas de Su Creación.
A mi hermano Leonardo,
con quien tan distante en lo alto vuelo adentrándome en el Nagual,
esperando que el fulgor del Misterio deshaga nuestras alas de cera.
Brazo a brazo, batimos ya exhaustos nuestros corazones,
sobre el eterno Océano que aguarda, paciente,
nuestra destrucción dual o Amor Único;
y así, consumirnos en el olvido de haber conocido nuestros nombres.
con quien tan distante en lo alto vuelo adentrándome en el Nagual,
esperando que el fulgor del Misterio deshaga nuestras alas de cera.
Brazo a brazo, batimos ya exhaustos nuestros corazones,
sobre el eterno Océano que aguarda, paciente,
nuestra destrucción dual o Amor Único;
y así, consumirnos en el olvido de haber conocido nuestros nombres.