Siempre admiré aquellas especies que si no poseían un entorno puro, desaparecían. Nunca lo tomé como un signo de debilidad, más bien al contrario, como un claro aspecto de decisión e intransigencia. Me impresionó sobremanera la cantidad de especies que se extinguieron a principios del siglo pasado. Y las que se negaron a aceptar condiciones de reclusión en zoos, fuera de su medio natural. Recuerdo con especial cariño, el tigre de tasmania. Pareciera que lo inteligente fuera sobrevivir. Pero no parece muy inteligente adaptarse a la desnaturalización de tu contexto vital. Sin embargo, cuánto sentido tiene para mi, que los mansos hereden la tierra. La adaptación es un un claro síntoma de resistencia a lo natural, y de sumisión a lo artificial.
¿Por qué debería alguien sobrevivir en un medio ambiente hostil? Por qué aceptar la imposición de un entorno artificial y contaminado como algo digno de ser superado? La evolución es el progreso del aspecto de la mente que nosotros le demos importancia. Y podemos sofisticar la adaptación hasta niveles absurdos.
Me he unido aquellos que no quieren luchar para estar aquí. A los que estan destinados a extinguirse en el tiempo. A los que no desean sobrevivir, sino conocer la vida eterna.
