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sábado, 13 de junio de 2009

La pareja cósmica

esta es la imagen:
un hombre es un misionero atravesando, en la noche, una selva con su antorcha
. Él cree guiarse, pero sin esa luz en la mano no sabría por donde proseguir, ni hallaría rastro alguno del camino. Él dispone de la energía para abrir camino en medio de la espesura y la pasión para explorar mundos desconocidos. De la mano, una antorcha que es la fe y la confianza en el Misterio, una luz que puede quemar todo lo que toca para desvanecer los obstáculos: la mujer, la esposa, la misionera. ¿Quien va primero, la luz o los ojos? Yo no sé, pero es comprensible que sin luz no hay visión. ¿Dónde estaría el sendero sin esa lumbre?

No hablo de la estabilidad y de reconocimiento mutuo en la relación de pareja (probable seguramente:), digo que no hay equilibrio mientras no reconozcamos ese poder en la propia relación con todo. El misionero no es una postura es una actitud. Ni el hombre encima, ni la mujer detrás: dentro uno del otro. La mujer, el hombre, un símbolo, o dos. Si yo me miro a mi mismo como una entidad toda, veo que tiene una identidad compartida con toda la creación. La mujer, como divinidad, es un latido desde el centro de la galaxia, el hombre la intercepta en cada estrella. No son cuerpos, son emisiones: partículas u onda.

Estoy comprendiendo que, el tiempo que tardo en aceptar su guía, es la demora que acepto donde Ella (el espíritu Santo) enfoca Su Luz. Y quisiera aconsejarle por ir otro lugar pero... ya es demasiado tarde. Es voluntad de unión estar al servicio de la comunión del Hijo de Dios y el Espíritu Santo (Shiva- Shakti). Al principio es mejor equivocarse que tener la razón: más sabio seguirla a ciegas que caminar a tientas. Al fin y al cabo, ella te muestra tu función masculina, tú la suya femenina. Y viceversa. No necesitas una novia o una esposa para ponerlo en práctica, requieres vislumbrar como llamea esa antorcha en tu propia mano.

Tu compañia no basta

Tu compañia me es necesaria como una fuente requiere un cántaro. Si me siento debo reposar sobre ti, y en la mañana necesito tu compañía para saber que ha llegado el alba. Con tu compañía siempre estás y no estoy solo sin ti. Entiendo tu compañía como la función de la hermandad, la veo como un círculo concéntrico que se expande hacia el centro del corazón. Pero la compañía a solas no basta. Lo supe cuando nos quedamos dormidos juntos, y en el abrazo aunque cálido, éramos dos; nos retrasamos: era mutuo pero no era único.

Rezaste: Padre sólo Tú... Y me lo hiciste sentir: Él llegó a mi como la onda a una orilla. La compañía no basta. Necesitamos ir juntos, ascender impelidos por la pasión de no querer ser otro. De no existir sin nadie, de vivir en Alguien. Si hay compañía compartimos el espacio en el infinito, si me acompañas compartimos el mismo tiempo en la eternidad. Sabes bien que la compañía es el camino, pero si no me acompañas no tengo propósito. Porque si no me acompañas es una deriva interna, me siento a salvo en medio del vasto océano, pero no hay olas que me lleven a Casa. Si no me acompañas, seré un náufrago que prefiere su isla desierta, porque su miedo a aventurarse con soledad es mayor que su atracción por el Misterio. Y esperaré a que me rescates con la guía de un destino compartido. Sin ti, no quisiera llegar a Casa solo y añorarte para siempre. Al Cielo se entra de dos en dos.

Muy interesante

Quizá te parezca pretencioso que diga que el conocimiento no me parece esencial, quizá por eso de la oferta-demanda. Porque es fácil obtenerlo, y más aún retenerlo -y así darle algún valor. Es precioso para quien carece de él, pero quien lo ignora lo alcanza sin esfuerzo. Todo el mundo sabe, nadie comprende. Y pocos saben que el conocimiento es un camino de lo universal a lo concreto, de lo general a lo específico, (al revés toma un tiempo irreconciliable), por ello toda formulación del saber material no tiene fundamento real, está descontextualizado de la Verdad. Al abandonar todo concepto (percepción) la visión revela la verdadera naturaleza de la ignorancia momentánea y personal. El conocimiento es holográfico o no es.

La ciencia no sabe explicarlo, la religión no puede entenderlo. El conocimiento es útil como unos zapatos, ayudan a no sufrir la vastedad del camino por un trayecto, pero aprietan y conforme más se camina más pequeños se hacen. No se pueden renovar (reformular), se deben abandonar. El conocimiento es como el vino (si es bueno) ayuda a digerir, pero no alimenta.