Lo que hace un buen médico cuando alguien tiene una hemorragia severa, es obviamente ponerle sangre, pero no se queda transfundiendo sangre toda la vida; mientras transfunde la sangre cierra la herida. Si queremos sobrevivir en el plano emocional, además de transfundir energía, valor o ánimo es necesario cerrar las heridas y tratar esas cicatrices profundas y sensibles que aún no acaban de sanar.
Las relaciones humanas no se rompen, se desanudan. Cuando rompemos relaciones algo también se rompe dentro de nosotros: perdemos integridad adentro y afuera, pues nos quedamos con la herida del resentimiento que afecta permanentemente nuestra vitalidad. Si desanudamos con paciencia los lazos que nos une , esos lazos jamás se romperán aunque estemos muy lejos; nos llevaremos el regalo de la lección aprendida más que el sentimiento de fracaso que nos amarra al pasado.
Los resentimientos son cicatrices sensibles en tu corazón que generan úlceras, hipertensión, cáncer, colitis, artritis y muchas enfermedades crónicas. El nombre y apellido de muchas de las enfermedades que vemos en la práctica clínica es resentimiento, o sea, sentimientos no resueltos o mal reparados porque hubo una ruptura en la relación. No permitan jamás que una relación llegue al extremo de la ruptura que destruye y desintegra es red de soporte emocional que da sentido a la vida: de la integridad de esa red depende el pronóstico de la salud, la enfermedad y la vida. Si no tenemos una red de relaciones íntegra, nuestra susceptibilidad de enfermar o de morir es de 3 a 5 veces mayor , es lo que dicen todas las estadísticas.
Hay una definida relación entre la capacidad de curarse de una enfermedad grave y la calidad de relaciones que uno tiene consigo mismo y con otros. Dos estudios recientes sobre la evolución de algunas formas de cáncer- melanoma y cáncer de seno- demuestran cómo el reunirse periódicamente para compartir el dolor, la esperanza, la alegría, en un contexto de psicoterapia grupal de apoyo, puede duplicar la expectativa de vida y mejorar la calidad de la supervivencia.
Si a mí en medicina, alguien me dijera: mire descubrimos un medicamento que duplica la supervivencia de los pacientes con cáncer de mama metastático o con melanoma metastático, – que son muy malignos -, yo les diría: ese es un médicamente imperial, eso es una revolución en la medicina, ya estaríamos hablando por prensa, radio y televisión. Bien, ese medicamento existe y es el soporte afectivo.
Suministramos esa poderosa medicina cuando restauramos el ritual de desarrollo. – aquí en el seminario taller se pasa alguien de primera fila y Jorge le extiende los brazos y se abrazan – empezamos el seminario dándonos un abrazo pero terminamos el seminario así, (la gira y colocándose detrás de ella la vuelve a abrazar colocando una de sus manos sobre la frente de ella), “yo te doy mi soporte, te puedes recostar en mi, en mi hombro, en mi corazón, me puedes sentir, puedes contar conmigo”.
Pero aunque no envuelvan a alguien en sus brazos, si ustedes le dicen desde su corazón -puedes contar conmigo, él ya se está soportando en ustedes, ustedes lo están amamantando con la esperanza, le están dando sentido a la vida, y el hilo para volver a tejer la integridad, que es un hilo de sentido. Podemos vivir de muchas maneras pero sin sentido es imposible vivir. Realmente por donde se nos reventó el hilo de la vida, en nuestra cultura es por el lado del sentido. El sentido no es verbal Se comunica con la mirada, desde el silencio, con la actitud, desde el acompañamiento, desde los actos, desde los hechos, desde la vida. “Por sus obras los conoceréis”; cuando con toda la vida decimos: “puedes contar conmigo”, estamos reconstituyendo el ritual de desarrollo. Y el ritual de desarrollo es el punto de partida de la vida; es lo que más necesitamos cuando nacemos y también cuando nos estamos muriendo,necesitamos silencio, acompañamiento, ternura, disponibilidad, es todo lo que necesitamos. Necesitamos un hombro donde llorar, necesitamos en quien soportar nuestro dolor; necesitamos un colchón amortiguador, para que nuestras caídas no sean tan duras.
Ese sentirse amado por Dios en todas las cosas nos lleva a una forma de oración: Es orar como si aquello que pedimos ya nos hubiera sido concedido. Es el llamado “Efecto Isaías”, una esperanza que ya es viva confianza; es el sentirse querido por Dios; ya sea por Dios Padre, por el Dios que también vive en tu padre o en tu amada, en tu hijo o en tu terapeuta. No es posible de veras vivir sin la experiencia del amor: el sentirse amado es el alimento esencial de la vida.
Así que entramos en el mundo del soporte interior:
Un mundo de amor que va naciendo del ritual de desarrollo y se prolonga en la amistad, un amor incondicional desde el que se construye la libertad. Ese es el territorio del poder, que conquistamos cuando el guerrero convertido en bienhechor, ha descubierto, en la derrota de su ego, el sagrado misterio del dar para construir interior el templo sagrado del amor. En ese templo se restaura la integridad de un amor que no posee, que no reclama, que no depende nunca de nadie, porque sólo se soporta en el dar. Nacemos al gobernante que puede distribuir los bienes de su reino con la ayuda del mago, que aplica la magia distributiva de quien da a cada quien según su necesidad. Todo su dar es un don del amor, toda su ciencia conduce a la sabiduría del sabio que sabe que vivir es el arte de ocupar el propio lugar para ejercer el rol que a ese lugar corresponde. El gobernante se hace sabio y fluye en la alegría de esa levedad que asciende desde un soporte que sostiene sin amarrar. Y de nuevo ese soporte es de la esencia del amor incondicional de donde brota toda auténtica amistad. Por las puertas de la amistad entramos al corazón;,conmovidos desde el corazón, recorriendo el sendero del Guerrero y el Bienhechor, encontramos en la derrota del ego la conquista del reino interior.
La primera gran expansión de conciencia es el acceso al gobierno del cuerpo físico, el primer reino que conquistamos en el camino de regreso al Ser. Tomamos posesión de nuestro cuerpo, entramos con reverencia al templo interior, cuando lo conocemos. Cuántos mensajes cifrados del cuerpo que aún no comprendemos, ¿ cuántas enfermedades nacen de la ignorancia de las necesidades de nuestro instrumento? Una sinfonía de interacciones moleculares, atómicas, electrónicas, un concierto de fuerzas y energías, un paisaje estrellado de neuronas como un cielo interior en un cerebro que aún no hemos estrenado. Ese cuerpo es el patrón de organización de la energía y la información: es un espacio donde han quedado grabada las huellas del tiempo. El cuerpo es el cauce en el que se mueve una conciencia, que lleva el plan de la vida hasta la última de las células.
El gobernante comprende que su cuerpo físico, el territorio de su reino, no es la esencia de su realidad: ese territorio externo es apenas el escenario de múltiples interacciones que expresan el nivel de la conciencia. Sobre la unidad física, el escenario, se reflejan siete notas fundamentales, o siete colores: cuatro colores sutiles, que se llaman los cuatro éteres y tres colores más densos que son, el sólido, el líquido y el gaseoso. Pero este cuerpo que vemos apenas es la sombra de ese doble que llamamos, el doble etérico.
Empezamos entonces a acceder a la sanación, al mundo del color, del sonido, al mundo de la circulación del prana; empezamos a leer los órganos en otro sentido; empezamos a ser conscientes de que nos nutrimos, no solamente de cosas materiales sino que también, por el polo neurosensorial, nos alimentamos del Sol, del aire, del prana del mar, del prana de la naturaleza; comprendemos que somos responsables del cuerpo de la tierra que también tiene un cuerpo etérico, en el seno del cual tenemos la vida y que si destruimos la tierra estamos destruyendo nuestra vida. Nacemos, desde el punto de vista energético, a otro tipo de ecología que aparece cuando hemos tomado posesión de nuestro instrumento y podemos ser maestros de nuestra energía.
Posteriormente, llega el momento en que tomamos posesión de nuestra energía emocional: ese momento es sagrado, se le llama la Segunda Iniciación. Nacemos a nuestra humanidad cuando nacemos a nuestra energía y tomamos posesión del templo de nuestro cuerpo. Avanzamos en nuestro proceso de humanización cuando controlamos las emociones, cuando el jinete controla el caballo, cuando controlamos nuestros impulsos, cuando no somos sus víctimas sino que utilizamos la bestia, los impulsos, como el caballo alado, es decir: cuando lo tomamos como lo mejor de nuestra fuerza y le damos la dirección de nuestros pensamientos. Eso quiere decir cuando el sendero del científico y el sendero del místico se encuentran en nuestro quinto centro, es decir: el corazón asciende a la cabeza, la cabeza desciende al corazón y en el camino de encuentro entre los dos, surge la palabra creadora, la palabra iluminada, nace un creador porque es dueño de su magnetismo.
El hombre tiene un potencial magnético enorme, ese potencial magnético, emitido por su corazón puede trasformar la vida si tiene amor con discernimiento.
El poder que adquirimos es amor más discernimiento, es amor luminoso; ya no es amor ciego, el amor ciego puede ser un peligro mayor. De amor estamos enfermos, de amor se enfermó esta naturaleza, el amor sobreprotector, el amor condicionado, el amor condicional, el amor del mercenario: todas estas variedades de amor han creado nuestra cultura y nuestra civilización. Es decir, que “por amor”, como consecuencia de eso que llamamos amor, que son apegos y enamoramiento, estamos destruyendo el planeta.
Pero cuando accedemos a un amor pleno de luz, a un amor pleno de discernimiento, empezamos a controlar nuestras emociones y ascendemos al segundo piso de nuestro poder; al segundo nivel de nuestro poder, que es el control emocional, a eso lo llamamos, la Segunda Expansión de Conciencia, o la Segunda Iniciación. Ya estamos de este lado, ya no estamos del lado izquierdo en que descendíamos, ya empezamos a ascender a nuestro origen. Empezamos el Sendero de Retorno, el Sendero del Hijo Pródigo, el Sendero de Regreso a la Casa del Padre.
Descubrimos en ese poder emocional, el orden implícito, de un océano de sensibilidad. Ya no somos las olas, ya no estamos a merced del viento; ahora podemos profundizarnos en nuestro propio océano, para conquistar la serenidad, una condición sanadora que brota del alma.
Jorge Carvajal