Vosotros que habéis inventado el Mundo, sois reyes de la nada, porque compartís la nada. Sabed que un vellocino de oro no es siquiera un ornamento para mi Hogar. Tentación? Una jaula dorada? Si queréis jugar juguemos a ser niños disfrutando de la Luz de las olas, en las orillas de la Creación, no a dioses pródigos que pretenden repartirse Su Tesoro dividiéndolo en universos paralelos, en realidades virtuales.
Vuestros nombres reptilinianos son ecos lejanos en mi memoria. Recuerdo la Idea primigenia que traicionamos con el Tiempo. Ahora como Testigo de las eras, me vuelvo contra vosotros para negaros vuestro poder sobre mi. No os desafío: se acabaron esos tiempos de acero forjado en guerras subterráneas. Me he elevado por encima del campo de batalla, y sólo veo vuestro temor a perder lo que nunca pudisteis ganar, la Verdad sobre vosotros mismos. En esa belleza está vuestra bienaventuranza, no en paraisos artificiales que sustentáis con noches de guardias interminables.
Quitadme lo que me distéis si queréis, con más celeridad volveré a la Áurea Casa de mi Padre, que no es una promesa vana como vuestros templos de piedra fría que se hunden en las ciénagas. Este es vuestro dilema: si me quitáis lo que he tomado del mundo, nadie lo heredará de mi, y si me lo dáis se lo ofrendaré al Espíritu de la Verdad. La luz habrá llegado incluso para vosotros. Bien sabéis, que el Amanecer aún siendo un rezo individual, se comparte con toda la Filiación. No temáis, no habéis hecho nada, nadie querrá vengarse una vez la Creación esplenda con todo su fulgor de azul renovado. Hermanos, no temáis, si lo entregáis todo de regreso, descansaréis en Paz.
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