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viernes, 4 de abril de 2008

Yo SoY

Soy un solo Ser, unido a mi Creador.

La idea de hoy te describe exactamente tal como Dios te creó. Eres uno solo contigo mismo y uno solo con Él. Tuya es la uni­dad de toda la creación. Tu perfecta unidad hace que cualquier cambio en ti sea imposible. No aceptas esto, ni te das cuenta de que no puede sino ser verdad, debido únicamente a que crees que ya has efectuado un cambio en ti.
Crees ser una ridícula parodia de la creación de Dios: débil, perverso, lleno de fealdad y de pecado, abatido por la miseria y agobiado por el dolor. Tal es la versión que tienes de ti mismo: un ser dividido en muchas partes conflictivas y separadas de Dios que a duras penas se mantienen unidas por su errático y capri­choso hacedor, a quien rezas. Él no oye tus rezos, pues es sordo. No ve tu unidad, pues es ciego. No entiende que tú eres el Hijo de Dios, pues es insensato y no comprende nada.
Hoy trataremos de ser conscientes únicamente de lo que puede oír y ver, y tiene perfecto sentido. Una vez más, la meta de nues­tros ejercicios será llegar hasta tu único Ser, el Cual está unido a Su Creador. Lleno de paciencia y esperanza, hoy volveremos a tratar de llegar hasta Él.
Dedicar los primeros cinco minutos de cada hora de vigilia a practicar la idea del día te ofrece ciertas ventajas en la etapa de aprendizaje en la que te encuentras ahora. Es muy difícil a estas alturas evitar que la mente divague si se la somete a largos perío­dos de práctica. Seguramente ya te habrás percatado de esto. Has visto cuán grande es tu falta de disciplina mental y la nece­sidad que tienes de entrenar a tu mente. Es necesario que reco­nozcas esto, pues ciertamente es un obstáculo para tu progreso.
Las sesiones de práctica más cortas y más frecuentes te ofrecen otras ventajas en este momento. Además de haber reconocido cuán difícil te resulta mantener tu atención fija por largos interva­los, tienes también que haber notado que, a no ser que se te recuerde frecuentemente tu propósito, tiendes a olvidarte de él por largos períodos de tiempo. A menudo te olvidas de llevar a cabo las aplicaciones cortas de la idea del día, y aún no has for­mado el hábito de utilizar la idea como respuesta automática a cualquier tentación.
Es necesario, pues, que, a estas alturas, dispongas de cierta estructura en la que se incluyen recordatorios frecuentes de tu objetivo e intentos regulares de alcanzarlo. La regularidad en cuanto al horario, no es el requisito ideal para la forma más bene­ficiosa de practicar la salvación. Es algo ventajoso, no obstante, para aquellos cuya motivación es inconsistente y cuyas defensas contra el aprendizaje son todavía muy fuertes.
Continuaremos, por lo tanto, con nuestras sesiones de práctica de cinco minutos cada hora por algún tiempo, y se te exhorta a que omitas las menos posibles. Utilizar los primeros cinco minu­tos de cada hora te resultará especialmente útil, ya que ello impone una estructura más firme. No obstante, no utilices tus desviaciones de este horario como una excusa para no volver a adherirte a él tan pronto como puedas. Puede que te sientas ten­tado de considerar el día como perdido simplemente porque dejaste de hacer lo que se requería de ti. Esto, no obstante, se debe reconocer sencillamente como lo que es: una renuencia por tu parte a permitir que el error sea corregido y una falta de buena voluntad para tratar de nuevo.
Tus errores no pueden hacer que el Espíritu Santo se demore en impartir Sus enseñanzas. Sólo tu renuencia a desprenderte de ellos puede hacerlo. Resolvamos, por consiguiente, especial­mente durante los próximos siete u ocho días, estar dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos nuestra falta de diligencia y el no seguir al pie de la letra las instrucciones que se nos dan para prac­ticar la idea del día. Esta tolerancia con la debilidad nos permitirá pasarla por alto, en lugar de otorgarle el poder de demorar nues­tro aprendizaje. Si le otorgarnos ese poder, creeremos que es for­taleza, y estaremos confundiendo la fortaleza con la debilidad.
Cuando no cumples con los requisitos de este curso, estás sim­plemente cometiendo un error. Y lo único que ello requiere es corrección. Permitir que el error siga repitiéndose es cometer errores adicionales, que se basan en el primero y que lo refuer­zan. Éste es el proceso que debes dejar a un lado, pues no es sino otra manera de defender las ilusiones contra la verdad.
Deja atrás todos estos errores reconociéndolos simplemente como lo que son: intentos de mantener alejado de tu conciencia el hecho de que eres un solo Ser, unido a tu Creador, uno con cada aspecto de la creación y dotado de una paz y un poder infinitos. Esto es la verdad y nada más lo es. Hoy volveremos a afirmar esta verdad y a tratar de llegar a aquel lugar en ti donde no existe la menor duda de que sólo eso es verdad.
Comienza las sesiones de práctica de hoy con la siguiente garantía y ofrécesela a tu mente con toda la certeza de que pue­das hacer acopio:

Soy un solo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto de la creación, dotado de una paz y un poder infinitos.

Luego cierra los ojos y repítela otra vez para tus adentros, lenta­mente y a conciencia, tratando de dejar que el significado de las palabras penetre en tu mente y reemplace todas tus ideas falsas:

Soy un solo Ser.

Repite esto varias veces y luego trata de experimentar lo que las palabras quieren decir.
Eres un solo Ser, unificado y a salvo en la luz, la dicha y la paz. Eres el Hijo de Dios, un solo Ser, con un solo Creador y un solo objetivo: brindar a todas las mentes la conciencia de esta unidad, de manera que la verdadera creación pueda extender la Totali­dad y Unidad de Dios. Eres un solo Ser, completo, sano y pleno, con el poder de levantar el velo de tinieblas que se abate sobre el mundo y dejar que la luz que mora en ti resplandezca a fin de enseñarle a éste la verdad de lo que eres.
Eres un solo Ser, en perfecta armonía con todo lo que existe y con todo lo que jamás existirá. Eres un solo Ser, el santo Hijo de Dios, unido a tus hermanos en ese Ser y unido a tu Padre en Su Voluntad. Siente a este único Ser en ti, y deja que Su resplandor disipe todas tus ilusiones y dudas. Éste es tu Ser, el Hijo de Dios Mismo, impecable como Su Creador, Cuya fortaleza mora en ti y Cuyo Amor es eternamente tuyo. Eres un solo Ser, y se te ha concedido poder sentir este Ser dentro de ti y expulsar todas tus ilusiones fuera de la única Mente que es ese Ser, la santa verdad en ti.
No te olvides hoy. Necesitamos tu ayuda, el pequeño papel que te corresponde desempeñar para brindar felicidad a todo el mundo. Y el Cielo te contempla sabiendo que hoy vas a inten­tarlo. Comparte, por lo tanto, su certeza con él, pues es tuya. Mantente alerta. No te olvides hoy. Recuerda tu objetivo a lo largo del día. Repite la idea de hoy tan a menudo como puedas, comprendiendo que cada vez que lo haces, alguien oye la voz de la esperanza, el alborear de la verdad en su mente y el sereno batir de las alas de la paz.
Tu propio reconocimiento de que eres un solo Ser, unido a tu Padre, es un llamamiento a todo el mundo para que se una a ti. Asegúrate de extender la promesa de la idea de hoy a todo aquel con quien te encuentres en este día diciéndole:

Tú y yo somos un solo Ser, unidos con nuestro Creador en este Ser.
Te honro por razón de lo que soy, y de lo que es Aquel que nos ama a ambos cual uno solo
.

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