La mayor parte de la humanidad cree que el amor es algo mágico, que llega por ciencia infusa y desaparece por arte de magia. Que cuando se dan las condiciones y las circunstancias ideales el amor aparece espontáneamente, y cuando las circuntancias no son las adecuadas, el amor se desvanece, pues ya no hay nada que lo sustente. Pero el Amor no es el resultado de la magia, el Amor es el fruto de la voluntad de amar. Al amar se revela el amor latente en toda situación, en cualquier cualquier relación.
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El amor es inherente a la acción de amar, la voluntad de la Conciencia por extenderse. Sin embargo, la experiencia del amor sin el impulso milagroso, sin la acción de amar, aunque el amor mismo esté aqui presente, se nos pasará por alto. Casi todo el mundo sabe que es un impulso imparable propio de la naturaleza del Corazón que todos los seres humanos compartimos. Nuestro malentendido parte de otorgar a la causa del amor una fuente externa, ajena a la responsabilidad de crear nuestra propia experiencia amorosa. El amor - el sentimiento-, es fruto de amar - el verbo. Cuando negamos la responsabilidad de amar, preferimos hablar de amor, considerar la probabilidad de que llegue por algún tipo de suerte que no nos comprometa. Así evitamos amar debido al dolor del pasado y el resentimiento que genera recordar el fracaso de amar, pero la atracción sigue siendo tan poderosa que nos refugíamos en la imagen del amor. El romanticismo se convierte en un ídolo, esa sensación onírica de algo lejano e inasible, que les sucede sólo a aquellos que vien en circunstancias perfectas para que el amor perdure intacto, esa sensación tan parecida al miedo, que sólo nos ha sucedido temporalmente cuando estamos inyectados de endorfinas. Hacemos del amor una abstracción mental y retiramos el poder creativo y transformador de nuestra conciencia, apagando la voluntad por extendernos más allá de nuestros límites personales. Porque el amor es una experiencia de afecto abstracto por toda la creación, que se vive internamente en una relación específica, y que nos libera de la sensación limitante de nuestra identidad personal. El amor no se puede limitar a ninguna circunstancia, porque no tiene ningún atributo material o temporal.
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El amor encontrará los canales de comunicación que tú le abras, por escasos que sean o por tímidamente que lo hagas; sólo necesita tu permiso. La ley fundamental para hallar el amor, es amar. ¿Ya no se encuentra en tu relación de amistad o pareja? ¿Tu experiencia de amor ha quedado condicionada por un suceso? Entonces es momento de volver amar tu relación. Ahora. Ama y ama hasta sacarle brillo al otro. Porque amar es la acción del amor por hacer acto de presencia. Ya no podemos quejarnos porque no brillamos si alguien no nos ama, es el momento de ponerle enfásis al verbo, a la acción, y olvidar por un momento el pensamiento idílico que tenemos del amor. Respira y toma impulso para asumir responsabilidad por lo que sientes: tú no eres el efecto de tus emociones ni pensamientos. Cuando amas de verdad, no te importa la forma que tome el amor, porque el amor es contenido informe, es la esencia luminaria que llena la inmensidad del espacio entre nosotros, la vacuidad fulgente interior de los átomos. El amor es invisible, tan sólo en sus frutos lo puedes reconocer. El amor es lo inmanifestado expresándose a través de ti. Es el Misterio en el que te fundes para volver a nacer en una nueva relación con lo desconocido. El amor no es lo que creemos, por eso tenemos que descubrirlo. Thoreau nos iluminó al decir: «¿Cómo podremos recordar nuestra ignorancia —según exige nuestro crecimiento—, si continuamente usamos nuestros conocimientos?». El amor nos pide que nos rindamos a su Conocimiento, porque no sabemos quienes somos.
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El amor se encuentra amando, tal como te encuentras tú... Los accesos extáticos al amor pueden suceder en cualquier situación que te hayas entregado a la imagen de lo amado, pero no pasarán de ser un bello momento de devoción, no tendrán fuerza en ti para echar raíces. Hay que proveerle un lugar seguro donde pueda germinar, una sola relación real bastará para propagar a través de ti el germen del amor. Una relación con la que te comprometas con la libertad, a través de una acción intransigente que no pueda ser vulnerada por nada que ninguno de los dos digáis o hagáis. Donde pases por alto el ego del otro, y no te culpes por los pensamientos del tuyo. ¿Qué importa lo que digáis si no lo ha dicho el amor? ¿Qué importa lo que hagas si no lo ha hecho tu voluntad de amar? No tiene ningún efecto real sobre ti... No cambia el amor que hay dentro de ti, eso de lo que estás hecho no se puede contaminar ni destruir. No hace falta que busques el amor ni lo que significa, tan sólo encuentra los obstáculos y elimínalos diligentemente. Si el amor es real, si existe de verdad, estará allí esperándote para que lo reconozcas. Empieza a trabajar, sigamos trabajando juntos; fortalezcamos el corazón debilitado por las extrañas relaciones que tenemos entre nosotros.
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Si estableces de antemano el propósito del amor más allá de cualquier percepción o prejuicio entonces no puedes fallar, porque te apoya la Realidad misma: el Universo se confabulará para que seas un mensajero de la verdad, un testigo de Su Amor. Empieza por algo cercano y cotidiano, difícil, donde te veas empujado fácilmente por la reacción. El otro no tiene que saber siquiera que es objeto de tu transformación. ¿Qué puede haber más valioso que el fruto de este karma yoga? Si piensas: Mmmm, seguro que entre nosotros no es posible el amor. ¡Entonces comienza por ahí! Creerás que estás sacrificando tu valioso tiempo, tu preciosa energía. El ego te dirá que no vale la pena. Pero no estás sacrificando nada, más que las ilusiones personales de lo que debe ser o no debe ser una relación. ¿Pero qué demonios sabemos tú y yo? Si lo supiéramos no lo estaríamos intentando tan torpemente. El amor es para guerreros. Porque el amor te va a sacudir como una tormenta en alta mar, aunque el fruto no puede ser nunca amargo. Es siempre alguna forma de paz. Por eso, el amor, es sólo para aquellos que quieren superar la guerra contra sí mismos. Prepárate para el amor, amando.
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“Pero a vosotros que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os calumnian. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes les aman. Y si hacéis el bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis? Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los malos.” Jesús.
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