Páginas

lunes, 8 de junio de 2009

Ama al Altísimo, ama lo desconocido

Angelus Silesius:

Cuán bienaventurado es el hombre que no quiere ni sabe, que no da a Dios (compréndeme bien) elogio ni alabanza.

La beatitud depende de tí, hombre. Tú mismo puedes tomar tu beatitud: si sólo a ello te dispones y decides.

Dios nada concede a nadie, Él se ofrece a todos, para ser, si tan sólo así lo quieres, completamente tuyo.

Cuanto abandonas en Dios, tanto puede Él llegar a ser para tí: ni más ni menos te aliviará Él de tus pesares.

Debo ser María, y alumbrar a Dios de mí, si Él me ha de conceder la beatitud eternamente.

Hombre, si aún eres algo, si algo sabes, algo amas y posees: no estás, creeme, libre de tu carga.

Dios es una pura nada, no lo toca ningún aquí ni ahora: cuanto más buscas asirlo, más Él se te sustrae.

La muerte es algo venturoso: cuanto más fuerte es, más majestuosa se escoge de ella la vida.

No creo en la muerte: si muero a cada hora, he encontrado cada vez una vida mejor.

Dios muere y vive en nosotros.Yo no muero ni vivo: Dios mismo muere en mí; y lo que yo debo vivir, lo vive también Él sin cesar.

Nada vive sin morir. Dios mismo, si quiere vivir para ti, debe morir: ¿cómo piensas, sin muerte, heredar su vida?

Cuando estás muerto, y Dios se ha hecho tu vida, sólo entonces entras en el orden de los altos dioses.

Digo, puesto que sólo la muerte me libera,que es ella la mejor cosa, entre todas las cosas.

Cuando tomas las cosas sin ninguna distinción, quedas calmo e igual, en el amor y en el dolor

Quien en el infierno no puede vivir sin infierno, no se ha entregado aún por completo al Altísimo.

Dios es algo milagroso: es lo que Él quiere, y quiere lo que Él es, sin ninguna meta ni medida.

Dios es infinitamente Alto, (hombre, creelo con prontitud), Él mismo no encuentra eternamente el fin de su divinidad.

Dios se funda sin fundamento, y se mide sin medida. Si eres con Él un espíritu, hombre, lo comprenderás.

Amo una sola cosa, y no sé lo que es: y porque no lo sé, es que la he elegido.

Hombre, si amas algo, no amas por cierto nada: Dios no es esto o aquello, deja por eso el algo.

Quien nada ansía, nada tiene, nada sabe, nada ama, nada quiere, aún mucho tiene, sabe, ansía y ama.

Me abandono a Dios por entero, si quisiera darme penas, le sonreiré tanto como por las alegrías.

Le importo tanto a Dios, como Él a mí, lo ayudo a guardar su esencia, como Él la mía.

¡Oíd el milagro! Cristo es el cordero y también el pastor, cuando Dios nace hombre en mi alma.

El plomo se vuelve oro, el azar caduca, cuando con Dios soy transmutado en Dios por Dios.

Tan pronto como puedo estar fundido por el fuego de Dios, tan pronto me imprime Dios su propia esencia.

Yo porto la imagen de Dios: si Él quiere contemplarse, esto puede acaecer sólo en mí, y en lo que se me asemeja.

Yo no soy fuera de Dios, ni Dios fuera de mí, yo soy su brillo y su luz, y Él es mi ornamento.

Si es que la criatura se ha derramado de Dios: ¿cómo la mantiene Él aún entonces, encerrada en su seno?

La rosa, que ve aquí tu ojo exterior, ha florecido así desde la eternidad en Dios.

Puesto que las criaturas perduran en la Palabra de Dios: ¿cómo pueden jamás perderse y perecer?

Desde su primer principio, y aún hasta hoy, nada busca la criatura, sino la paz de su Creador.

La tierna deidad es una Nada y Sobrenada: quien en todo no ve nada, –hombre creelo–, la ve.

No hay comentarios: